Los animales con pezuñas, como los caballos, las vacas o las ovejas, pueden caminar a las pocas horas de nacer. Esto les permite seguir a sus madres y escapar de los depredadores. Sin embargo, los niños humanos tardan casi un año en dar sus primeros pasos. ¿A qué se debe esta diferencia?
La respuesta está en el cerebro. Los científicos han descubierto que todos los mamíferos comienzan a caminar básicamente al mismo tiempo de su desarrollo cerebral. Es decir, que el cerebro tiene que alcanzar un cierto nivel de maduración para poder controlar los músculos y el equilibrio necesarios para caminar.
Pero los humanos tenemos un cerebro mucho más grande y complejo que el de los animales con pezuñas. Esto implica que nuestro cerebro necesita más tiempo para desarrollarse y que nuestro período de gestación es más corto en relación con nuestro tamaño cerebral. Si los humanos nacieran con el mismo grado de desarrollo cerebral que los animales con pezuñas, tendrían que estar nueve meses más en el vientre materno.
Además, los humanos caminan de forma diferente a los animales con pezuñas. Los humanos caminan apoyando los talones en el suelo, mientras que los animales con pezuñas caminan sobre las puntas de sus dedos. Esto hace que la biomecánica de las extremidades sea distinta y que los humanos necesiten más fuerza y coordinación para mantenerse erguidos.
En resumen, los niños no caminan desde que nacen como los animales porque su cerebro es más grande y tarda más en madurar, y porque su forma de caminar es más compleja y requiere más habilidad. Pero esto tiene sus ventajas: un cerebro más grande y complejo nos permite tener más inteligencia, creatividad y capacidad de aprendizaje.