Filipinas, junto con el Vaticano, son los únicos Estados del mundo donde el divorcio es ilegal. La anulación es un proceso largo y caro, por lo que muchos no pueden costearlo; además, solo se conceden estas anulaciones si uno de los cónyuges fue menor de edad al momento de casarse, o está casado con varias personas; la infidelidad y la violencia física no constituyen motivos para el divorcio.
Para los filipinos, el matrimonio es y debería ser un esfuerzo continuo y, si les facilitan el divorcio, es menos probable que una pareja intente superar sus diferencias.