Sus esculturales cuerpos, que con solo verlas, desenfrenan las fantasías de los mortales, impregnadas en ese aroma a colonia barato, y luces tenue bajo la sombra de lo prohibido, que encandila la piel y la diluye como vino tinto, se apoderaron de los instintos del desenfreno y cayeron en las garras del placer aunque sea por algunos segundos que fueron eternos.
Su voz, susurraba cada espacio del tiempo, nuestras mirada se juntaron, y sólo la sombra de un ayer, se mezclaron entre un abrir y cerrar de ojos, y cielo tupido, a fuego cruzado, lamian nuestros labios como si una nube gris, invadieran nuestras almas y se confundieran entre aplausos y aromas del amanecer.
Finalmente, cuando creía que era mi mejor día, tocaron la puerta, y al doblarla, los flashes de las cámaras invadieron mi rostro, y por destinos de la vida, deje ser por un segundo un hombre fiel.