Escribe: Parra Briceño. Esta historia tiene su comienzo en la primavera del año 1909, en la localidad de Santo Domingo de Guzmán, que se encuentra en la serranía del departamento de Piura frontera con Ecuador.
Los personajes centrales de esta historia son los integrantes de la familia Rojas – Córdova, este hogar tenía dos hijas, Mariana de nueve y Victoria de ocho añitos.
Esta familia, aparte de su vivienda construida con materiales propios del lugar, tenían una pequeña extensión de terreno, en el que realizaban sembríos de «pan llevar», tres vacas lecheras que las niñas habían bautizado como las tres Marías, veinte cabras, ocho asnos, cuatro caballos y dos carretas.
La calma de este hogar se vio alterado de un momento a otro, a causa de un repentino dinamismo en los quehaceres domésticos por parte de los responsables del mismo, quienes venían fabricando y almacenando quesos frescos, así mismo, trozando y ahumando carne de cerdo, llenando de manteca varios odres de cuero de ganado, en una palabra estaban realizando aprestos para el almacenamiento de una gran cantidad de víveres.
Es así, que en la primera semana de Octubre de ese año se aclaró el misterio, el mismo que fue comunicado a las niñas. La orden era que salían inmediatamente de viaje hacia una comunidad distante unos tres días de camino, llevando todo lo que habían almacenado para realizar un intercambio comercial.
Debo agregar que en esta ocasión las niñas iban a viajar por primera vez, los padres ya lo habían realizado en anteriores oportunidades, era parte de su forma de vivir, conocían la ruta.
Después de verificar que todo quedaba sin novedad, dejando a unos parientes a cargo de la casa, emprendieron el esperado viaje en una madrugada de luna llena, con gran curiosidad y expectativa por parte de las niñas.
Es de imaginar, los momentos que vivieron el tiempo que duró la travesía, de aventura, de curiosidad, de asombro, de miedo por algunos animales salvajes sobre todo culebras que abundaban, etc.
Después de tres días amaneciendo para el cuarto, la matrona fue la primera que emulando a Rodrigo de Triana, vigía de la Santa María que fue el primero que dio aviso del avistamiento de tierras, también avisó con energía y coraje el vocablo ¡Ya llegamos!.
Efectivamente, la pequeña caravana hizo su entrada al villorrio, no sin antes darle las gracias a la virgencita que ocupaba la gruta que vigilaba la entrada del pueblo.
Durante el resto del día estuvieron conversando con las personas que habían solicitado el intercambio comercial, quienes las trataron muy bien, les dieron alojamiento y vituallas para los tres días que permanecieron en el pueblo, era una gente muy respetuosa y gentil.
La novedad que llamó la atención de las niñas fue que todos los pobladores, hombres y mujeres no pasaban del metro de estatura ¡Era un pueblo de enanos!
Tomaba forma las aventuras de «Gulliver», si a estos sumamos que la mayoría de habitantes tenían barbas largas y usaban sombreros puntiagudos, era como estar en el país de Blancanieves.
Una anécdota fue el hecho que un personaje de este pueblo, que era el equivalente del enano gruñón, integrante de la casa donde se alojaban, solicitó a la niña Victoria que le «rasque», el dedo chiquito del pie, la niña no pudo localizar el sitio exacto y el enano gruñón haciéndola a un lado, agarró un machete y se «voló» la piel del dedo que le picaba, acto seguido se echó «aguardiente» a la herida. Algo que también debo agregar, fue la curiosidad, afecto y encanto que les produjo a las niñas fueron los bebitos, los recién nacidos para ellas eran verdaderos muñequitos, en su imaginación pedían que les regalen uno para jugar.
Después de esta agradable experiencia que quedó en sus recuerdos, la niña Victoria que fue mi abuelita, me la transmitió a mí.
Durante años nadie me dio razón de la existencia de este pueblo, afortunadamente conocí a una persona que conocía este pueblo de enanos, se llaman los «Otavalos», está ubicado en la hermana República de Ecuador.
Si alguien sabe algo de este pueblo me gustaría me lo comunicara. Esperando que les haya gustado este relato, me voy a descansar, no sin antes recordar el consejo de mi cuñado «si quieres llegar a la meta, llega a pie o en carreta».