Antes de la llegada de los españoles, la región de Lima estaba dividida en varios señoríos. Al norte se encontraba el señorío de Huaura, que abarcaba los valles de Barranca y Chancay. Al sur se encontraba el señorío de Chuquimanco, que controlaba los valles de Mala, Omas, Chilca y Cañete, anteriormente conocido como Huarco. Hacia el noreste se encontraba el señorío de los Atavillos, que se extendía desde las sierras de Cajatambo hasta las de Canta. Hacia el sureste se encontraba el señorío de las siete guarangas de Huarochirí, que controlaba las serranías de Cañete hasta Canta. Finalmente, en el centro se encontraba la comarca de Lima, gobernada por el señorío de Ichma en los valles de Lurín y Rímac, cuyo centro era Pachacamac, y el señorío de Colli en el valle del Chillón, cuyo centro fue la fortaleza de Collique en Comas.
La población limeña durante la independencia y la guerra del Pacífico
La población limeña tuvo un papel ambiguo durante el proceso de independencia del Perú en 1821-1824. Durante este periodo, la ciudad sufrió tanto los desmanes de las fuerzas realistas como de las patriotas. Tras la emancipación, Lima se convirtió en la capital de la República del Perú y experimentó un breve periodo de prosperidad a mediados del siglo XIX. Sin embargo, este periodo llegó a su fin con la ocupación y el saqueo de la ciudad por las tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico en 1879-1883.
Expansión demográfica y renovación urbana en Lima
Después de la guerra, comenzó un periodo de expansión demográfica y renovación urbana en Lima. La población creció rápidamente a partir de la década de 1940 debido a una fuerte inmigración desde las regiones andinas del Perú. Esto llevó a la proliferación de barrios periféricos conocidos como «pueblos jóvenes», ya que el crecimiento de los servicios básicos no pudo mantenerse al ritmo del aumento demográfico.
En resumen, la organización territorial de Lima antes de la llegada de los españoles estaba dividida en varios señoríos que gobernaban diferentes regiones de la ciudad. Durante la independencia y la Guerra del Pacífico, Lima sufrió pérdidas significativas pero logró recuperarse y convertirse en la capital del país. Sin embargo, el crecimiento demográfico acelerado y la falta de inversión en servicios básicos llevaron a la aparición de barrios periféricos conocidos como «pueblos jóvenes». La historia de Lima es una muestra de cómo las ciudades pueden sobrevivir a la adversidad y adaptarse a las cambiantes condiciones sociales y económicas.