Seguramente te has fijado alguna vez que al mirar un charco, un lago o el mar, puedes ver tu imagen reflejada en la superficie del agua. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Qué tiene el agua que nos permite vernos como en un espejo?
La respuesta está en la luz y en cómo interactúa con el agua y con nuestros ojos. La luz es una forma de energía que se propaga en forma de ondas electromagnéticas. Cuando la luz incide sobre un objeto, puede ser reflejada, absorbida o transmitida.
La reflexión es el cambio de dirección que sufre la luz al chocar con una superficie. La absorción es la conversión de la luz en calor u otra forma de energía al penetrar en un objeto. La transmisión es el paso de la luz a través de un objeto sin alterar su dirección.
El agua es un material transparente que transmite gran parte de la luz que recibe, pero también refleja una parte. La cantidad de luz reflejada depende del ángulo de incidencia de la luz y del estado de la superficie del agua.
Cuando la luz incide sobre el agua con un ángulo pequeño (casi paralelo a la superficie), se refleja casi toda la luz y se transmite muy poca. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el sol está bajo en el horizonte y vemos el agua brillar como un espejo.
Cuando la luz incide sobre el agua con un ángulo mayor (más perpendicular a la superficie), se refleja menos luz y se transmite más. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el sol está alto en el cielo y vemos el fondo del agua más claro.
Cuando la superficie del agua está lisa y tranquila, la luz se refleja de forma regular y uniforme, formando una imagen nítida de los objetos que hay frente al agua. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hay poco viento y vemos nuestro reflejo en un charco o en un lago.
Cuando la superficie del agua está agitada y ondulada, la luz se refleja de forma irregular y dispersa, formando una imagen distorsionada o borrosa de los objetos que hay frente al agua. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hay mucho viento y vemos nuestro reflejo en el mar o en un río.
Así pues, nos reflejamos en el agua porque el agua refleja parte de la luz que recibe y nuestros ojos captan esa luz reflejada como una imagen especular. La calidad de esa imagen depende del ángulo de incidencia de la luz y del estado de la superficie del agua.