Los mosquitos son los insectos más peligrosos para los seres humanos, ya que pueden transmitir enfermedades mortales como la malaria, el dengue, el zika o la fiebre amarilla. Pero no todos somos igual de atractivos para estos molestos chupasangres. ¿Qué hace que nos elijan a nosotros y no a nuestro vecino?
La respuesta tiene que ver con el olor corporal. Los mosquitos se guían por el dióxido de carbono (CO₂) que exhalamos al respirar para localizar a sus víctimas, pero también por las sustancias químicas que desprendemos por la piel y que forman nuestro aroma personal.
Estas sustancias varían según la genética, el sexo, la edad, la dieta, el estado de salud o el ciclo hormonal de cada persona. Algunas de ellas son especialmente atractivas para los mosquitos, como los ácidos láctico y úrico, el amoníaco, el octenol o las cetonas.
Los científicos han identificado un grupo de moléculas llamadas aldehídos que son responsables de que algunas personas sean más apetecibles para los mosquitos que otras. Estos compuestos se producen por la oxidación de los ácidos grasos de la piel y tienen un olor afrutado o floral.
Los aldehídos se encuentran en mayor cantidad en las personas con ascendencia africana o asiática que en las de origen europeo. También se ha observado que las mujeres embarazadas y las personas con sobrepeso emiten más aldehídos que el resto.
Además, los mosquitos tienen preferencia por la sangre del grupo O, que es la más común en el mundo. Según un estudio japonés, los mosquitos se posaron casi el doble de veces sobre las personas con este tipo sanguíneo que sobre las del grupo A.
Otro factor que influye en la elección de los mosquitos es la temperatura corporal. Los mosquitos son más propensos a picar a las personas que tienen una piel más caliente, ya que esto les facilita la perforación y la succión de la sangre. Por eso, las personas con fiebre, las que hacen ejercicio o las que consumen alcohol son más vulnerables a las picaduras.
La piel humana es más fácil de perforar para un mosquito que la de otros vertebrados, por lo que somos un blanco ideal para estos insectos¹. Sin embargo, no todos tenemos la misma suerte a la hora de sufrir sus ataques. El olor corporal es el factor clave que determina quién será su próxima cena.