Las uñas son estructuras de queratina que se encuentran en las puntas de los dedos de las manos y los pies. Su función principal es proteger las terminaciones nerviosas y los vasos sanguíneos que hay debajo de la piel. Además, las uñas nos ayudan a realizar distintas actividades, como rascarnos, agarrar objetos pequeños o hacer presión.
Las uñas están formadas por varias partes que se pueden distinguir a simple vista o con ayuda de un microscopio. Algunas de estas partes son:
La lámina ungueal: es la parte visible y dura de la uña, formada por células muertas de queratina. Tiene un color rosado debido a la irrigación sanguínea del lecho ungueal que hay debajo.
El lecho ungueal: es la capa de piel que sostiene la lámina ungueal y le proporciona nutrientes. Es muy sensible al tacto y al dolor, por lo que se debe evitar lesionarlo o infectarlo.
La matriz ungueal: es la zona donde se originan las células que forman la lámina ungueal. Se encuentra debajo de la cutícula y es responsable del crecimiento y la forma de la uña.
La cutícula: es una capa fina de piel que cubre el borde superior de la matriz ungueal y evita que entre suciedad o microorganismos que puedan causar infecciones. No se debe retirar ni cortar, ya que cumple una función protectora.
La lúnula: es la media luna blanquecina que se observa en la base de algunas uñas. Es la parte más visible de la matriz ungueal y no está completamente queratinizada, por lo que tiene un color diferente al resto de la lámina.
El hiponiquio: es el borde libre de la uña, donde termina el lecho ungueal y empieza el extremo. Es una zona donde se pueden acumular restos de suciedad o bacterias, por lo que se debe mantener limpia e higiénica.
El eponiquio: es el pliegue de piel que rodea el borde superior de la uña. No se debe confundir con la cutícula, ya que esta es una capa más interna. El eponiquio también cumple una función protectora y evita que se deshidrate la uña.
El paroniquio: son los pliegues laterales de piel que rodean los bordes laterales de la uña. También tienen una función protectora y evitan que se despegue o se rompa la uña.
Las uñas crecen a una velocidad media de 3 milímetros al mes, aunque este ritmo puede variar según la edad, el estado de salud, la estación del año o el dedo. Las uñas de las manos crecen más rápido que las de los pies y las del dedo índice más rápido que las del meñique.
El aspecto y el color de las uñas pueden reflejar el estado de salud general o indicar alguna enfermedad o deficiencia nutricional. Por ejemplo, unas uñas pálidas pueden señalar anemia, unas uñas amarillas pueden sugerir una infección fúngica o una enfermedad hepática, unas uñas azuladas pueden revelar una falta de oxígeno en la sangre y unas uñas con surcos o manchas pueden deberse a traumatismos o estrés.
Para mantener unas uñas sanas y bonitas, se recomienda seguir algunos consejos básicos, como:
- Limpiarlas con regularidad y secarlas bien después del lavado o del baño.
- Cortarlas con cuidado y darles una forma ligeramente redondeada para evitar que se encarnen o se enganchen.
- Hidratarlas con cremas o aceites específicos para evitar que se resequen o se agrieten.
- Evitar morderlas o arrancarlas, ya que esto puede dañarlas o infectarlas.
- Usar guantes para protegerlas cuando se realizan tareas domésticas o se manipulan productos químicos.
- Aplicar esmaltes o endurecedores solo ocasionalmente y retirarlos con productos suaves y sin acetona.
- Consumir alimentos ricos en proteínas, vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales para fortalecerlas desde dentro.
- Consultar con un médico o un podólogo si se observan cambios anormales en las uñas o si se presentan síntomas como dolor, inflamación, enrojecimiento o supuración.
Las uñas son partes importantes de nuestro cuerpo que cumplen funciones vitales y estéticas. Por eso, debemos cuidarlas y respetarlas como merecen.