La evolución de la vida ha sido objeto de estudio y discusión durante siglos, desde las antiguas civilizaciones hasta la actualidad. Dos doctrinas principales han surgido a lo largo de la historia para explicar la génesis de los seres vivos: el creacionismo y el evolucionismo.
El creacionismo sostiene que los seres vivos han sido creados independientemente, cada uno según su especie y en un orden progresivo, donde el hombre es el último. Para explicar la presencia de fósiles de la fauna y flora en las capas sedimentarias, se recurre a cataclismos naturales diversos. Por ejemplo, A. d’Orbigny (1826) admitía veintisiete creaciones sucesivas, luego de cada catástrofe para repoblar la Tierra.
En contraposición, el evolucionismo propone que los seres vivos son el resultado de la evolución, que es la regla y no la excepción. La derivación por filiación de las formas vegetales, animales y humana garantiza la continuidad del mundo vivo. Se ha comprobado una aceleración constante en la velocidad de la evolución, desde el origen de la vida hasta la época actual. Las pruebas paleontológicas, embriológicas, anatómicas, químicas y otras se completan y refuerzan mutuamente para apoyar la hipótesis evolucionista.
A lo largo de la historia, numerosos científicos y pensadores han defendido el evolucionismo, entre ellos Anaximandro de Mileto (610-547 a.J.C.), Empédocles de Agrigento (495-435 a J.C.), San Agustín (354-430), Buffon (1707-1788), Maupertuis (1698-1759), Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russell Wallace (1823-1913).
Para explicar la evolución, se han propuesto diversas teorías a lo largo del tiempo. El lamarckismo, propuesto por Lamarck (1744-1829), sostenía que la necesidad crea el órgano y el uso lo fortifica y agranda, mientras que la falta de uso lo atrofia. Todo carácter adquirido bajo la influencia del medio es hereditario.
El darwinismo, formulado por Charles Darwin en su obra «El origen de las especies» (1859), propone un mecanismo de selección natural que conduce a la supervivencia del más apto. Los individuos portadores de una ligera ventaja logran subsistir y transmitir sus descendientes. Posteriormente, Darwin incluyó en su teoría un mecanismo sexual de selección. Ideas similares a las de Darwin fueron defendidas simultáneamente e independientemente por Alfred Russell Wallace, T. Huxley y Ernst Haeckel.
El ultradarwinismo lleva el darwinismo a conclusiones extremas, concediendo a la selección un absoluto mientras cuestiona la herencia de caracteres adquiridos. Tal fue la doctrina de A. Weismann (1834-1914). En cambio, el mutacionismo propone el valor evolutivo de las mutaciones, modificaciones directamente asociadas a mecanismo hereditario, y rechaza la herencia de rasgos adquiridos. Esta escuela admite un mecanismo mitigado de selección, menos importante que el reconocido por Darwin, pero añade una hipótesis nueva: la preadaptación de Cuénot (1902), que corresponde a un aspecto particular de la selección.
En general, todas estas teorías se basan en la idea de que los seres vivos han evolucionado a lo largo del tiempo, y que esta evolución se ha dado gracias a diferentes mecanismos y procesos. Desde el creacionismo hasta la teoría sintética, todas ellas han buscado explicar cómo ha sido posible que la vida en la Tierra haya llegado a ser lo que es hoy en día.
A pesar de que hayan existido y existan diferentes teorías, la comunidad científica en su mayoría está de acuerdo en que la teoría de la evolución es un hecho comprobado y una de las principales explicaciones de cómo han surgido y se han diversificado los seres vivos en nuestro planeta. La evolución es un proceso continuo y en constante cambio, y es posible que en el futuro se descubran nuevos mecanismos que complementen o modifiquen las teorías actuales.