Durante el Virreinato, las costumbres europeas se trasladaron al Nuevo Mundo, incluyendo una práctica particularmente curiosa: la contratación de plañideras para llorar en los velorios. Estas mujeres, que se vestían de negro, eran contratadas para llorar en los funerales, incluso si nunca habían conocido al difunto.
Las plañideras se ganaban la vida llorando y lamentando la muerte del fallecido. Eran capaces de fingir un dolor profundo y extremo, con llantos y desmayos que parecían auténticos. La gente las contrataba porque creían que los llantos de estas mujeres limpiaban el alma del fallecido y lo ayudaban a encontrar la paz en la otra vida.
Aunque pueda parecer extraño y hasta teatral, la contratación de plañideras fue una práctica común en la época del Virreinato. La idea era que, al contratar a estas mujeres, se aseguraba una manifestación pública de dolor por la muerte del difunto.
Además, se creía que el dolor era contagioso y que las lágrimas y los sollozos de las plañideras ayudaban a que los demás presentes en el velorio también lloraran y expresaran su dolor. De esta manera, se honraba al difunto y se mostraba respeto por su vida y su legado.
Aunque esta práctica ya no es común en la actualidad, todavía hay algunas plañideras en la ciudad de Piura, en el norte de Perú, que se presentan en los velorios para llorar y lamentar la muerte del difunto. Sin embargo, ahora su presencia es voluntaria y ya no se las contrata con el fin de limpiar el alma del fallecido.
En conclusión, durante el Virreinato, la contratación de plañideras era una práctica común en el Nuevo Mundo, ya que se creía que ayudaba a honrar al difunto y limpiar su alma. Aunque esta práctica ha desaparecido en gran parte de América Latina, todavía se pueden encontrar algunas plañideras en Perú.