Los soldados espartanos eran famosos por su destreza en el combate, su disciplina y su resistencia física. Su entrenamiento comenzaba desde la infancia y se prolongaba hasta la edad adulta, con el objetivo de prepararlos para la guerra y los juegos olímpicos.
El entrenamiento espartano se basaba en una serie de ejercicios que buscaban potenciar las capacidades físicas básicas, como la fuerza, la velocidad, la agilidad y la coordinación. Estos ejercicios se realizaban con el propio peso corporal o con pesos libres, como piedras, lanzas o escudos. Además, se practicaban diferentes modalidades de lucha, como la palestra, el pancracio o el pugilato.
Los soldados espartanos entrenaban a alta intensidad, con poco o ningún descanso entre ejercicios. Su alimentación era escasa y austera, para acostumbrarlos al hambre y a la privación. También se sometían a pruebas de resistencia al dolor y al frío, como correr descalzos por la nieve o recibir latigazos.
El entrenamiento espartano tenía como finalidad crear guerreros capaces de enfrentarse a cualquier adversidad y defender su patria con honor. Los espartanos valoraban la perfección física y el culto al cuerpo, pero también la lealtad, el valor y el sacrificio.
Hoy en día, el entrenamiento espartano ha resurgido como una metodología de entrenamiento funcional que busca mejorar el estado físico general y lograr un cuerpo fitness. Se trata de una rutina de ejercicios que movilizan grandes grupos musculares y que se realizan a alta intensidad, con poco descanso entre ellos. Algunos ejemplos de ejercicios son las sentadillas, las flexiones, los burpees, las dominadas o los saltos al cajón.
El entrenamiento espartano tiene múltiples beneficios para la salud, como reducir el porcentaje de grasa corporal, aumentar la masa muscular y la fuerza, mejorar el sistema cardiovascular y el metabolismo, favorecer el dominio corporal y la transferencia a las actividades cotidianas.
Sin embargo, el entrenamiento espartano también tiene sus riesgos si no se realiza correctamente o si no se adapta al nivel de cada persona. Es importante contar con un profesional que supervise el entrenamiento, calentar adecuadamente antes de empezar, elegir los ejercicios adecuados según las capacidades y objetivos de cada uno, respetar los tiempos de recuperación y descanso entre sesiones y llevar una alimentación equilibrada y suficiente que cubra las necesidades energéticas del organismo.