Miguel de Cervantes Saavedra es uno de los escritores más célebres de la literatura universal, autor de la obra maestra Don Quijote de la Mancha. Pero además de su faceta literaria, Cervantes tuvo una vida aventurera y llena de peripecias, entre las que destaca la pérdida de su brazo izquierdo en una batalla naval. ¿Cómo ocurrió este hecho que le valió el apodo de «El Manco de Lepanto»? Te lo contamos a continuación.
La Batalla de Lepanto: el escenario del suceso
La pérdida del brazo de Cervantes se produjo durante la Batalla de Lepanto, en octubre de 1571. Él era parte de la Armada Invencible española, que luchaba contra la armada otomana, que pretendía dominar el Mediterráneo y amenazaba a Europa.
La batalla se libró en el golfo de Lepanto, cerca de la actual Grecia, y fue una de las más grandes y sangrientas de la historia naval. En ella participaron más de 400 barcos y unos 150.000 hombres. La victoria fue para la coalición cristiana liderada por España, que logró frenar el avance turco y defender la fe católica.
El heroísmo de Cervantes: el motivo de su herida
Cervantes se enroló como soldado voluntario en la armada española, movido por su espíritu patriótico y religioso. Se embarcó en la galera Marquesa, al mando del capitán Miguel de Moncada. Durante la batalla, Cervantes se distinguió por su valor y arrojo, combatiendo en primera línea y animando a sus compañeros con su trompeta.
Sin embargo, su valentía tuvo un alto precio. Según sus propias palabras, recibió «dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda». Los disparos le causaron graves heridas que le dejaron el brazo inútil para siempre. A pesar del dolor y la sangre, Cervantes siguió luchando hasta el final, demostrando una gran fortaleza.
La recuperación de Cervantes: el resultado de su lesión
Tras la batalla, Cervantes fue trasladado al hospital del puerto de Mesina, en Sicilia, donde permaneció seis meses convaleciente. Allí se le practicaron varias operaciones para intentar salvar su brazo, pero sin éxito. Los médicos le dijeron que nunca volvería a moverlo ni a sentirlo.
Aunque Cervantes perdió su brazo izquierdo, no perdió su ánimo ni su vocación militar. Siguió participando en otras expediciones y campañas por el Mediterráneo, hasta que fue capturado por unos piratas argelinos en 1575 y pasó cinco años como esclavo en Argel.
Cervantes nunca se avergonzó ni se lamentó de su mutilación. Al contrario, la consideraba un honor y un testimonio de su servicio a Dios y al rey. Así lo expresó en el prólogo de sus Novelas ejemplares: «Yo he perdido en Lepanto / un brazo por defender / a mi patria y a mi fe».