El Tribunal de la Inquisición, conocido también como el Santo Oficio, fue establecido en Lima en 1569 por orden del rey Felipe II con el fin de perseguir cualquier acto o discurso que fuera considerado contrario a la fe católica. Las penas eran muy severas y podían incluir azotes, prisión, destierro e incluso la muerte en la hoguera.
La Inquisición utilizaba métodos de tortura para obtener confesiones de los acusados, entre ellos el potro, que estiraba los brazos y piernas del acusado hasta causarle un dolor extremo, o la técnica de ahogamiento, en la que se forzaba al acusado a tragar agua en grandes cantidades, impidiéndole respirar.
El objetivo principal de la Inquisición era mantener la ortodoxia religiosa en los territorios conquistados por España en América Latina y evitar cualquier posible disidencia. El Tribunal tenía un gran poder y autoridad, y su influencia se extendió por toda la región, con sedes en México, Colombia, Ecuador, Perú y otros países.
A pesar de su abolición en 1820, la Inquisición tuvo un impacto duradero en la sociedad y cultura latinoamericana. La represión religiosa llevada a cabo por la Inquisición contribuyó a la creación de una cultura de temor y ocultamiento en muchos sectores de la población. También se cree que la Inquisición tuvo un impacto en la creación de una identidad mestiza en Latinoamérica, al obligar a muchos a renunciar a sus propias creencias y costumbres para adoptar las prácticas y creencias católicas.
En resumen, la creación de la Inquisición en Perú y otros países latinoamericanos tuvo como objetivo principal mantener la ortodoxia religiosa y perseguir cualquier acto o discurso considerado contrario a la fe católica. Sus métodos de tortura y castigo eran extremadamente crueles, y su legado ha dejado una huella duradera en la cultura y la historia de la región.