Los incas fueron una civilización que se destacó por su organización política, social y cultural. Su imperio se extendió por gran parte de Sudamérica y dejó un legado que aún perdura en la memoria de muchos pueblos. Sin embargo, también existen mitos y falsedades que se han difundido sobre ellos, como el supuesto código moral que se les atribuye: Ama Sua, Ama Quella, Ama Llulla, que significa “no seas ladrón, no seas ocioso, no seas mentiroso».
Este código trino ha sido presentado como una muestra de la sabiduría y la ética de los incas, pero la verdad es que ellos jamás lo crearon. Así lo demuestra el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino en su artículo titulado «Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica», donde explica el origen y la evolución de esta falsa atribución.
Según Cerrón Palomino, la primera vez que se menciona el código tal como lo conocemos ahora es en un libro del militar británico Guillermo Miller, quien participó en la independencia del Perú. El libro se publicó en 1829 y contiene una versión del presunto código inca. Sin embargo, Miller no fue el inventor de las reglas, sino que solo se limitó a registrar algo que circulaba en boca de los patriotas que luchaban por la libertad.
¿Pero de dónde lo sacaron los patriotas? Aquí es donde entra en juego el llamado «movimiento nacional inca», que fue un movimiento intelectual nacionalista dentro de la comunidad indígena, basado en la tradición inca. Este movimiento se formó alrededor de 1780, junto con la rebelión de Tupac Amaru, y buscaba reivindicar la identidad y la dignidad de los descendientes de los incas frente al dominio español.
Es muy probable que los preceptos de Ama Sua, Ama Quella, Ama Llulla hayan sido forjados en este contexto, como una forma de expresar los valores y las aspiraciones de los indígenas. Sin embargo, estos preceptos no tienen nada que ver con las leyes y los principios que regían la sociedad incaica, que eran mucho más complejos y variados que tres simples normas de conducta.
Por lo tanto, el código moral que se le atribuye a los incas es una invención posterior, que surge a finales del siglo XVIII y que se populariza en el siglo XIX, con fines políticos y culturales. No se trata de una herencia auténtica de los incas, sino de una construcción histórica que refleja las circunstancias y los intereses de una época.