Los orientales tienen los ojos rasgados por una característica física llamada pliegue epicántico o brida mongólica. Se trata de un repliegue del párpado superior que cubre la esquina interna del ojo, tapando la carúncula del lacrimal y que se extiende hacia abajo uniéndose con la piel de la cara.
Este pliegue no se debe a una diferencia en la forma del globo ocular o de la estructura ósea, como se creía antes, sino que es una variación genética que se ha mantenido en algunas poblaciones humanas. Anatómicamente, los ojos de los orientales son iguales a los de los occidentales, salvo por el color de la iris.
El origen del pliegue epicántico no está claro, pero algunas hipótesis apuntan a que se trata de una adaptación al clima frío y seco de las estepas de Asia Central. Esta forma de ojo habría protegido a los antepasados de los orientales de la radiación UV extra, del viento y de las bajas temperaturas que se daban en esa región.
El pliegue epicántico no es exclusivo de los orientales, sino que también se encuentra en otras zonas del mundo donde hay condiciones climáticas extremas, como algunas partes de África, América o Europa. Además, todos los seres humanos desarrollamos este pliegue antes de nacer, pero los occidentales lo perdemos unas semanas después del nacimiento.
Los ojos rasgados son una muestra de la diversidad y la riqueza de la especie humana, que ha sabido adaptarse a diferentes entornos y circunstancias. Los orientales se sienten orgullosos de su rasgo distintivo y lo consideran una parte esencial de su identidad cultural.