Los perros y los gatos son las mascotas más populares del mundo, pero tienen personalidades muy diferentes. Los perros suelen ser leales, obedientes y sociables, mientras que los gatos son independientes, curiosos y reservados. Estas diferencias se reflejan también en la forma en que responden a sus dueños cuando los llaman por su nombre.
Seguramente has comprobado que los perros acuden rápidamente cuando escuchan su nombre, sobre todo si lo dices con un tono afectuoso y entusiasta. Los gatos, en cambio, suelen ignorar tu llamada o mirarte con indiferencia, como si no les importara lo que quieres de ellos. ¿A qué se debe esta diferencia de comportamiento?
La respuesta tiene que ver con la historia evolutiva de ambas especies y su relación con los humanos. Los perros llevan unos 30.000 años conviviendo con nosotros, desde que fueron domesticados por nuestros antepasados cazadores-recolectores. Durante este tiempo, los humanos seleccionaron a los perros más dóciles y cooperativos, que podían ayudarles en la caza, el pastoreo o la vigilancia. Así, los perros aprendieron a entender las señales humanas y a obedecer sus órdenes.
Los gatos, por el contrario, se domesticaron a sí mismos hace unos 10.000 años, cuando los humanos empezaron a practicar la agricultura. Los gatos se acercaron a los asentamientos humanos para cazar a los roedores que se alimentaban de los granos almacenados. Los humanos les permitieron quedarse porque les beneficiaba su labor de control de plagas. Así, los gatos mantuvieron su naturaleza salvaje e independiente, sin necesidad de obedecer a los humanos.
Además de la historia evolutiva, también influyen factores genéticos y cognitivos. Un estudio realizado en 2012 por Sarah Tishkoff y sus colaboradores encontró que los gatos africanos comparten algunas regiones del genoma que afectan al crecimiento y al desarrollo óseo. Estas regiones podrían haber sido seleccionadas naturalmente a lo largo de la historia por conferir alguna ventaja adaptativa.
Pero, ¿cuál sería esa ventaja? Según Andrea Migliano y sus colegas, la clave estaría en la reproducción temprana. Los pigmeos tienen una esperanza de vida muy corta, entre 16 y 24 años, lo que les deja poco tiempo como potenciales padres. Para compensar esto, han evolucionado para alcanzar la madurez sexual a una edad más temprana que otros grupos humanos. Esto implica que su etapa de crecimiento puberal se acorta, lo que resulta en una menor altura adulta.
Así pues, la estatura de los pigmeos no sería una adaptación directa al medio ambiente, sino un efecto secundario de una estrategia reproductiva. Los pigmeos habrían optado por una filosofía de \»vivir rápido y morir joven\», que les permitiría dejar descendencia antes de morir. Esta hipótesis concuerda con el hecho de que los pigmeos tienen un crecimiento más lento y precoz que otras poblaciones humanas.
En conclusión, los pigmeos son tan bajitos porque así pueden reproducirse más pronto y asegurar la supervivencia de sus genes. Su estatura es el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, ambientales y culturales que han moldeado su evolución a lo largo de miles de años.Un estudio realizado en 2013 por Atsuko Saito y sus colaboradores encontró que los gatos reconocen su nombre cuando lo escuchan decir por sus dueños o por extraños. Sin embargo, eso no significa que respondan a la llamada o que hagan caso a lo que se les pide. Los gatos tienen una capacidad cognitiva limitada para entender el lenguaje humano y sus intenciones.
Los perros, en cambio, tienen una mayor habilidad para interpretar las señales humanas y para aprender a asociar palabras con acciones. Los perros pueden aprender a responder a su nombre y a otros comandos básicos, como sentarse, quedarse o venir. Los gatos pueden aprender algunos trucos, pero requieren más paciencia y refuerzo positivo.
En conclusión, los perros obedecen cuando los llamas y los gatos no porque tienen diferentes orígenes evolutivos y diferentes capacidades cognitivas. Los perros han sido seleccionados por los humanos para ser colaboradores y obedientes, mientras que los gatos han mantenido su autonomía y su independencia. Esto no significa que los gatos no quieran a sus dueños o que no se comuniquen con ellos, sino que lo hacen de otra manera.