La fiebre es un aumento temporal de la temperatura corporal que suele ser una señal de que el sistema inmunitario está combatiendo una infección o una inflamación. La temperatura normal del cuerpo varía según la persona y el momento del día, pero se considera que hay fiebre cuando supera los 37,8 °C.
Cuando tenemos fiebre, a veces sentimos frío y temblamos, aunque nuestro cuerpo esté más caliente de lo normal. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta está en el hipotálamo, una parte del cerebro que actúa como un termostato y regula la temperatura corporal.
El hipotálamo detecta los cambios de temperatura interna y externa y envía señales al cuerpo para que produzca o pierda calor. Por ejemplo, cuando hace frío, el hipotálamo hace que los músculos se contraigan (temblores), que los vasos sanguíneos se estrechen (piel pálida) y que los pelos se ericen (piel de gallina) para conservar el calor. Cuando hace calor, el hipotálamo hace que los vasos sanguíneos se dilaten (piel roja), que las glándulas sudoríparas se activen (sudoración) y que la respiración se acelere para perder calor.
Cuando tenemos fiebre, el hipotálamo eleva el punto de ajuste de la temperatura corporal para crear un ambiente desfavorable para los microorganismos causantes de la infección o la inflamación. Sin embargo, el cuerpo tarda un tiempo en alcanzar esa nueva temperatura y mientras tanto siente frío, como si estuviera en un ambiente más frío del que realmente está. Por eso nos abrigamos y buscamos fuentes de calor.
Cuando el cuerpo llega a la nueva temperatura, el frío desaparece y podemos sentir calor o sudoración. Esto indica que el cuerpo está tratando de bajar la temperatura y volver al punto de ajuste normal. Cuando la fiebre baja, el hipotálamo restablece el termostato y el cuerpo recupera su equilibrio térmico.