La torre de Pisa es uno de los monumentos más emblemáticos y visitados de Italia. Se trata de un campanario independiente que forma parte del conjunto arquitectónico de la Plaza de los Milagros, junto con la catedral, el baptisterio y el cementerio. La torre tiene una altura de 58 metros y un peso de casi 15.000 toneladas. Lo que la hace tan especial es su notable inclinación, que alcanza los cinco grados y provoca una desviación de cinco metros desde la base hasta la cima.
Pero, ¿por qué está inclinada la torre de Pisa? La respuesta se encuentra en su historia y en su geología. La construcción de la torre comenzó en el siglo XII, bajo el diseño del arquitecto Bonanno Pisano. Sin embargo, las obras se prolongaron durante casi dos siglos, debido a las guerras entre Pisa y sus estados vecinos. Durante ese tiempo, la torre sufrió varios problemas estructurales que afectaron a su estabilidad.
El principal problema fue que los cimientos de la torre eran demasiado superficiales (solo tres metros de profundidad) y que el terreno sobre el que se asentaba era muy inestable, compuesto por arena y arcilla. Esto hizo que la torre se inclinara hacia el norte cuando se construyó la tercera planta, en 1178. Los arquitectos intentaron compensar la inclinación añadiendo más material al lado opuesto, pero esto solo agravó el problema, ya que aumentó el peso y la presión sobre el suelo.
La torre siguió inclinándose a lo largo de los siglos, hasta alcanzar un ángulo crítico que amenazaba con su colapso. Además, tuvo que resistir varios terremotos que sacudieron la región de la Toscana, donde se ubica Pisa. Curiosamente, estos sismos no derribaron la torre, sino que contribuyeron a su supervivencia. ¿Cómo es posible?
Según un estudio realizado por ingenieros de las universidades de Roma y Bristol³, la clave está en la interacción dinámica entre el suelo y la estructura (DSSI, por sus siglas en inglés). Este fenómeno se produce cuando las características del terreno y del edificio hacen que la resonancia de los movimientos sísmicos sea menor. En el caso de la torre de Pisa, el suelo blando amortigua las vibraciones y la estructura alta y rígida disipa la energía. Así, la torre se mantiene en pie a pesar de su inclinación.
No obstante, esto no significa que la torre esté a salvo de derrumbarse. A finales del siglo XX, se realizaron varias intervenciones para evitarlo. Se cerró al público en 1990 y se inició un proyecto para reducir la inclinación y reforzar los cimientos. Se extrajo parte del suelo del lado más elevado, se colocaron contrapesos y cables de acero y se inyectó nitrógeno líquido para congelar el terreno. Gracias a estas medidas, se logró disminuir el ángulo en 44 centímetros y se reabrió al público en 2001.
Actualmente, la torre de Pisa sigue siendo un símbolo de Italia y un atractivo turístico mundial. Su inclinación es parte de su encanto y de su historia, pero también un desafío para su conservación. Por eso, se realizan constantes monitoreos y estudios para garantizar su seguridad y estabilidad.