Las cosquillas son una forma de juego y diversión que suele provocar risas y carcajadas. Sin embargo, detrás de este gesto aparentemente inocente se esconde un mecanismo de defensa del organismo que puede tener consecuencias fatales si se abusa de él. ¿Cómo es posible que algo tan placentero pueda causar la muerte?
Para entenderlo, hay que saber qué son exactamente las cosquillas y cómo funcionan. Las cosquillas son una respuesta involuntaria del cuerpo ante la estimulación de ciertos receptores táctiles de la piel, sobre todo en zonas sensibles como las axilas, el cuello, las costillas o los pies. Esta señal viaja hasta el cerebro, donde se activan dos regiones: la corteza somatosensorial, que procesa el tacto; y la corteza cingulada anterior, que gestiona la información agradable.
Estas áreas cerebrales desencadenan una reacción inmediata en forma de risa nerviosa y movimientos bruscos del cuerpo, que tienen como objetivo liberarse del estímulo. Se trata de un instinto primitivo que nos prepara para enfrentarnos a una posible amenaza, como un insecto venenoso o un ataque enemigo. De hecho, no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos, porque el cerebro anticipa el movimiento y no lo percibe como una sorpresa.
¿Qué riesgos tiene hacer cosquillas? Aunque las cosquillas pueden ser una forma de expresar afecto y complicidad con otra persona, también pueden generar una situación de estrés y ansiedad para el cuerpo. Si las cosquillas son demasiado intensas o duran mucho tiempo, pueden interferir con el funcionamiento normal de los músculos que controlan la respiración, causando espasmos o asfixia. Además, el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial puede provocar un fallo cardíaco, sobre todo si la persona tiene alguna enfermedad previa.
Por lo tanto, se puede afirmar que sí es posible morir por cosquillas, aunque se trata de un caso extremadamente raro y poco probable. Lo más normal es que las consecuencias no pasen de un enfado o un susto por parte de la víctima. No obstante, es importante respetar los límites y las preferencias de cada uno, y no abusar de este gesto que puede resultar molesto o incluso doloroso para algunas personas.