Las esponjas son objetos que usamos a diario para limpiar, bañarnos o lavar los platos. Pero ¿sabes cómo funcionan y por qué son capaces de absorber agua y otros líquidos? En este artículo te lo explicamos.
Las esponjas están hechas de materiales muy porosos, es decir, que tienen muchos agujeros o espacios vacíos en su interior. Estos espacios vacíos son los que permiten que la esponja almacene el agua cuando la sumergimos o la pasamos por una superficie mojada.
El agua se introduce en los espacios vacíos de la esponja por un fenómeno físico llamado capilaridad. La capilaridad se produce cuando un líquido sube por un tubo muy fino o por un material con muchos poros, como la esponja. Esto ocurre porque el líquido se adhiere a las paredes del tubo o del material y también se atrae entre sí por las fuerzas de cohesión.
Así, el agua se va llenando los espacios vacíos de la esponja y hace que el material fibroso se hinche y se vuelva más pesado. El agua se queda atrapada en la esponja hasta que la exprimimos o la dejamos secar al aire.
Las esponjas pueden absorber hasta 20 veces su propio peso en agua, dependiendo del tipo de material y de la cantidad de poros que tenga. Las esponjas naturales, que provienen de animales marinos, suelen tener más capacidad de absorción que las artificiales, que se fabrican con celulosa o plástico.
Las esponjas son muy útiles para limpiar porque además de absorber el agua, también pueden retener el jabón, la suciedad o las bacterias. Sin embargo, hay que tener cuidado de lavarlas bien y cambiarlas con frecuencia para evitar malos olores y posibles infecciones.