Fue llamado así por su respeto para con el enemigo durante la guerra del Pacífico. Por ejemplo, en el combate de Iquique, tras hundirse la corbeta chilena Esmeralda que estaba balo comando de Arturo Prat (el cual murió de un balazo en la frente), la tripulación sobreviviente fue rescatada por Miguel Grau, quien decidió no ejecutar a los prisioneros.
Asimismo, el almirante envió una carta a la viuda de Arturo Prat, en donde elogió la valentía del comandante chileno y además le envió todas sus pertenencias, entre ellas su espada.
Hoy en día, los convenios internacionales defienden la vida de los prisioneros de guerra como lo hizo Grau.